Vino fino en el Ecuador.

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Hasta hace muy poco, vino y Ecuador eran para mí dos conceptos bellos pero  disociados. Como la mayoría de la gente que me rodea, asocio el vino a esos paisajes franceses, italianos,  españoles, en los que las estaciones del año se identifican por su temperatura, y no por la presencia o ausencia de lluvias, como en Ecuador.

Los misioneros cristianos fueron plantando viña allá donde moraban. Donde encontraron un clima templado, de inviernos fríos y húmedos y veranos secos y cálidos, dejaron la viña como parte del paisaje y el vino como referente cultural.  Ese fue el caso en países de latitud adecuada como Chile, Argentina o California.  En otros casos, como en Bolivia o Perú, la plantación en altitud compensaba un tanto los efectos de la escasa latitud. 

Pero en Ecuador, al parecer, ni la altitud valía. Aunque en buena lógica es más que probable que se haya intentado la implantación del viñedo, no parece ser que haya perdurado con éxito, al menos hasta ahora.

Cosechando en Ecuador La viña cultivada es muy sensible a la temperatura.  Con temperaturas bajas se pone a hibernar y no sale de su sueño reparador hasta que percibe temperaturas por encima de los 10°C durante unos días. Su actividad se incrementa con la temperatura, pero si ésta sobrepasa un umbral, sobre los 35°C, la planta vuelve a cerrarse en sí misma,  se acurruca para sobrevivir en el fuego.

En el trópico la viña se encuentra en el mundo del perpetuo crecimiento.  Nunca hace frío, ni tanto calor que haga pararse a la planta. Durante todo el año la viña recibe el mismo mensaje de su propio ambiente: ¡crece, crece! Nada regula la brotación o la maduración.  Sin la intervención del hombre, la viña vuelve en el trópico a su estado salvaje, el de una liana de crecimiento vegetativo. Además, el trópico es también un paraíso para muchos parásitos y enfermedades que, mientras que en las zonas templadas tienen dificultades a sobrevivir, se regodean de vida en las zonas ecuatoriales, haciendo aún más difícil la supervivencia de la viña.

Una de las uvas que se cultivan en Ecuador, la Malbec El remate a este cuadro de dificultades es el hecho que, al no haber reposo invernal, las viñas producen entonces dos vendimias al año. Lo que podría parecer una oportunidad es de hecho un coste cuando se considera que la calidad de la uva de estación seca será diversa a la de la estación de las lluvias, y que es probable que la viña muera joven al ser sometida a tanto stress. 

La humanidad ha tenido que aprender mucho sobre la biología de la planta y desarrollar ciencia para poder suplir con ingenio lo que la naturaleza no da. Hoy por hoy se ha aprendido a usar estimulantes de la brotación para que ésta sea regular, se han desarrollado técnicas de poda que orientan el vigor de la viña hacia la producción de buenas uvas más que de inútiles sarmientos. Las técnicas de riego y los tratamientos fitosanitarios son el complemento indispensable para la producción económica de uvas.

Pero todo esto cuesta mucho, y tendría poco sentido comercial hacer vino en el Ecuador habiendo como hay tanto vino barato de producir en los países clásicos.  A no ser que el vino ecuatoriano sea algo diferente.....

Nuestro colaborador y creador del artículo, Pedro Ballesteros, catando vinos en Ecuador Cuando me dijeron que había un viñedo en Ecuador, me interesó por curiosidad. Cuando además me dijeron que ese viñedo no estaba en las grandes altitudes alrededor de Quito, sino en la costa, en San Miguel del Morro, cerca de Guayaquil, tuve escepticismo. Vuelvo de mi visita a los viñedos Dos Hemisferios con admiración y alegre perplejidad.

Los creadores Guillermo Wright y Pablo Taramelli consiguieron este modelo de viñedo tropical con las mejores técnicas, un plan de negocio y dos expertos cualificados en viticultura y en enología. El viñedo es de hecho una preciosidad, con riego gota a gota y densidades bien calculadas. Luego, es alucinante. Vi, unas al lado de otras, viñas en brotación, viñas en fructificación y racimos ya acabando la maduración.

Los vinos son finos. El Enigma Chardonnay 2014 es preciso de aromas, pareciendo que guarda memoria de mangos y piñas que dan estas tierras, bien equilibrado en boca. De la serie de vinos Travesía, mi preferido es el Malbec, de aromas intensos de fruto de bayas, cálido y expresivo en boca, recio y suave al tiempo. En gama alta, el Paradoja 2013, una mezcla de cabernet y malbec criada en barricas, es rico, exuberante, con notas tostadas de la madera. La joya de la casa es el Cautivo del 2011, vino de producción reducidísima, que obtiene parte de su excepcional riqueza del proceso del apasamiento (concentrar las uvas por secado en frio). Es vino intenso, todavía muy joven, que se abrirá en los próximos años, en tonos de moras, tueste y especias. En boca se siente su grano fino, su paso lleno y redondo. Tiene un retrogusto persistente.

Ecuador está entrando en una nueva época, en la que la buena gastronomía, nacional e importada, jugará un papel importante. Este es el momento de desarrollar esos productos finos y propios que acompañarán y reforzarán la gastronomía ecuatoriana y, por ende, el prestigio y el atractivo del país. Los vinos de Dos Hemisferios cumplen este papel, son pioneros en la nueva agricultura fina, la de los nombres y los lugares, la que genera valor permanente en la tierra, la que traslada sus beneficios a todos.

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