La Costa de Amalfi, o la paradoja del terruño

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La Costa de Amalfi es Patrimonio de la Humanidad. Es un ejemplo sobresaliente de paisaje mediterráneo, con valores culturales y naturales excepcionales. Una de esas combinaciones excepcionales en las que la mano del hombre embelleció la naturaleza. La Costiera Amalfitana es, además, un paisaje de grandes vinos.

Vista de Campania, en la costa de Amalfi (Italia)Vista de Campania, en la costa de Amalfi (Italia)

La Costa de Amalfi es Patrimonio de la Humanidad. Es un ejemplo sobresaliente de paisaje mediterráneo, con valores culturales y naturales excepcionales. Una de esas combinaciones excepcionales en las que la mano del hombre embelleció la naturaleza. La Costiera Amalfitana es, además, un paisaje de grandes vinos.

Bacchus amat colles, decía Virgilio, el vino ama las laderas. Pocos sitios hay tan escarpados como la Costa de Amalfi, con terrazas en todas las exposiciones posibles. Terrazas antiquísimas, que trascienden el trabajo de los que las crearon para ser una imagen de la belleza. Los suelos son mayoritariamente calcáreos, aunque a veces recubierto de viejas lavas del Vesuvio en Tramonti. Suelos pobres y bien expuestos, suelos que solo valen cuando sobre ellos crecen las leñas de frutales y viñas, que no las hierbas de cereales. Suelos de vino.    

La Costiera es dos veces isla. Una vez por el mar que la acompaña y le da su clima y carácter tan mediterráneo, y la segunda vez por los Montes Lattari, que la separan climática y culturalmente de la campiña napolitana. La orografía accidentada da una variabilidad de microclimas muy considerable, en función tanto de la orientación de las laderas como de la altitud, que pasa del nivel del mar a los 600 metros en muy poca distancia. 

Hay una tradición secular del cultivo de la viña, con variedades importadas del resto de Campania, como falanghina y aglianico, o autóctonas y casi exclusivas de esta región, con nombres que da gozo repetir: per’ e’ palummo, sciascinoso, serpentaria, ripolo, tronto, ginestra, fenile, pepella, biancazita, biancotenera, San Nicola, tintore.

Las viñas son un portento. La filoxera no ha llegado nunca a muchos de los viñedos, en los que se encuentran impresionantes cepas multi-centenarias, cuyas raíces han colonizado grandes extensiones de tierra, arrugadas y laberínticas como bellas brujas, altas y generosas como grandes damas.   

Añadan una belleza de quitar el hipo, y tenemos todo para los grandes vinos finos. Pero en Costiera hay poco vino, menos de 2000 hl cada año, y muy poco vino fino. Las razones para tal carencia son todas humanas. Veamos algunas.

Al final del primer milenio hubieron cuatro repúblicas marineras, centros de poder marítimo, bases de grandes flotas: Venecia, Génova, Pisa y Amalfi. La salud de sus marineros era una de las bases de su poder y, unos 300 años antes que el resto del mundo, la república de Amalfi sabía que el escorbuto se evitaba con el consumo de sus deliciosos limones. Así que decretaron, allá por el siglo XI, que se emplearan las muchas terrazas que existían en la zona para el cultivo de cítricos. La viña cedió el paso al limonero. Los limones, deliciosos, fueron pronto tan apreciados que, hacia 1800, los limones de Minori se exportaban a toda Europa. Más tarde, de las cortezas de tales limones, que merece todavía la pena oler para comprender, se comenzó a hacer el famoso limoncello. La Costa fue durante siglos el paraíso del limón.

Pero tal ventaja no trajo riqueza. Desde que perdió su independencia, la Costa de Amalfi se convirtió en una región de segundo orden, a la que el estado italiano ni siquiera considera digna de ser provincia. Los gobiernos tampoco impidieron que se vendieran muchos otros limones, de calidad inferior, como si de Amalfi fueran, ni que se prostituyera el limoncello con versiones indignas hechas en otros lugares. 

Tenuta San FrancescoFruto de ese abandono fue la pobreza, condición incompatible con el vino fino. El vino se producía para consumo local, con calidades mediocres, a menudo mezclado con vinos a granel de Apulia o de la campiña napolitana. La parte buena de este drama es que las viñas viejas sobrevivieron el siglo XX porque no había ningún uso alternativo de la tierra.

La Costa fue siempre un imán para las élites intelectuales. La posguerra trajo el turismo de masa, que fue la salvación y la nueva maldición de la región. Salvación por que generó actividad económica. Maldición porque modeló la sociedad amalfitana al servicio de los que la visitaban. Las inversiones se destinaron a hoteles y puertos deportivos en lugar de a fomentar la actividad productiva local. Mientras que se derrumbaban los muros de las terrazas y se pagaban miserias por los productos locales, los alcaldes se dedicaban a privatizar las propias playas, o a sostener tiendas que vendían productos falsificados.

El resultado se puede ver hoy en día, con cientos de terrazas abandonadas, que poco a poco se deshacen sin que ningún gobierno haga nada. Y poco vino fino, con un solo gran productor y un número pequeño (pero creciente) de buenos viñadores. El grande es Marisa Cuomo, en Furore, cuyos vinos existen porque la familia peleó contra los poderes para defender su nombre y patrimonio. El Furore rosso es un vino conocido en toda Italia, y su Fiorduva es absolutamente excepcional.

Ravello es la subzona más conocida, con varias bodegas de calidad, algunas gestionadas por los propios hoteles de lujo del pueblo. Marisa Cuomo tienen un Riserva Ravello a mencionar, Sammarco produce algunos vinos limpios y característicos. Los vinos de La Terra delle Sirene, qué bello nombre en Tramonti, algún día serán grandísimos. Eso lo saben los de San Francesco, que ya dan bellos vinos. Más populares, para consumo en el año, son los vinos originales de Apicella. Tramonti es también el pueblo de los mejores pizzaioli, combinen vino y pizza para gozar.

Poco a poco la Costiera recupera su esencia, con gentes que re-aprenden sus productos, recuperan viejas viñas, redescubren su tierra, y la aman por lo que es más que como lugar de solaz de otros. La auténtica Costa de Amalfi, la de aquella república marinera, era la de sus pueblos y sus terrazas, la de sus limones y sus uvas. Espero que su renacimiento se confirme pronto.

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