Galicia, tintos a contracorriente

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Gracias a la distintiva influencia atlántica y a un rico catálogo de variedades autóctonas, los tintos gallegos seducen con un perfil fresco y ligero, aunque no por eso menos complejo que el que define el arquetipo de los tintos españoles.

Algueira CarballocovoAlgueira CarballocovoAún cuando aceptamos que España es un país de vinos tintos, aquellos que amamos con pasión esta bebida tenemos el derecho a poner en entredicho el arquetipo que identifica a los tintos españoles como brebajes contundentes, concentrados, de pronunciado color y generoso grado alcohólico.

Evidentemente, con la modernidad vinícola, que supuso un incremento cualitativo pero también una evidente estandarización en la expresión (o estilo, como guste el lector) de los vinos de las distintas regiones de España, llegó también la convicción de que los tintos hechos y derechos debían manchar convenientemente la copa, teñir la dentadura y someter las papilas a una violenta carga tánica.

La vigencia de este modelo de tinto –amparado, entre otras cosas, por calificaciones de los embajadores del gurú Parker– se prolongó hasta hace muy poco (apenas dos o tres años). Desde entonces, los aficionados a los tintos vernáculos estamos superando el hechizo, redescubriendo la España tinta, que es mucho más diversa de lo que nos habían contado.

Las razones de la diferencia

Buena culpa de este cambio de imagen la tienen los tintos gallegos, que nadan a contracorriente de la tendencia que se impuso durante las últimas décadas.

Bastardo Quinta da MuradellaEstos tintos son distintos a los del resto de España por diversas razones. Una de ellas, fundamental, es el clima: mucha lluvia, escaso sol (lo que dificulta la madurez de la uva), demasiada humedad (con el consiguiente peligro de enfermedades para la cepa)... La geografía tampoco facilita el cultivo de la vitis vinifera. Montañosa y costera, propicia microclimas diversos y una fragmentación excesiva de las parcelas, que se reparten por sinuosos parajes, algunos casi inaccesibles. En estos terrenos, la diversidad de suelos sin duda también favorece la riqueza de matices que están exhibiendo los tintos gallegos.

Por fin, el tercer elemento que hace a los tintos gallegos tan diferentes en el contexto español: el la riqueza varietal. En el intrincado viñedo de esta región, hay tintas para elegir: mencía, caiño, merenzao, sousón, bracellao, loureiro...

Tintos en tierra de blancos

Dominio do BibeiDominio do BibeiEl “factor sorpresa” también es un ingrediente importante en este fenómeno. Porque, desde luego, hace apenas unos años nadie se hubiera atrevido a vaticinar que algunos de los tintos españoles más interesantes que se han presentado al mercado recientemente iban a llegar de una tierra famosa justamente por sus vinos blancos.

En este sentido, aún recuerdo la cara de pasmo que se le quedó a mi editor en el suplemento dominical de un conocido periódico de difusión nacional cuando, en diciembre de 2011, le comuniqué que el vino que se había impuesto en la cata que habitualmente realizo para ese medio con las novedades de cada año, era el Zárate Loureiro 2009, de las Rías Baixas. ¿Un tinto en la patria de la albariño? Pues sí. Y muy bueno, por cierto: de color granate opaco, con aromas de pimienta rosa y piedra mojada sobre un fondo balsámico y un paso por boca profundo, de largo recorrido, rematado con recuerdos de hierbas de monte. “No se parece a nada de lo que estamos acostumbrados a beber, pero es tremendamente seductor”, tal como lo definió el productor cinematográfico Gerardo Herrero, uno de los participantes de aquella cata sorprendente.

Aquel Loureiro Tinto (lo hay también blanco) me puso en la pista de la bodega Zárate, una de las pocas de las Rias Baixas –junto a Forja do Salnés– que cuenta con una gama de monovarietales tintos, que se completa con un magnífico Caiño Tinto –otra uva que también puede ser blanca–, y un Espadeiro que constituye toda una rareza, puesto que se trata de una uva autóctona que apenas ha podido sobrevivir a la expansión de la albariño por el viñedo del Val do Salnés.

Viñas ancestrales

Como las Rias Baixas, Valdeorras es también una comarca que ha alcanzado notoriedad por sus vinos blancos (en este caso, de variedad godello). Sin embargo, en esta D.O. los tintos son menos raros que en el paraíso de la albariño. Aquí, la tinta reinante es la mencía, la misma que domina el viñedo en el Bierzo –al otro lado de la frontera castellana–; sin embargo, poco tienen que ver los tintos de una y otra zona.

As Caborcas Telmo RodríguezEn las empinadas laderas próximas al río Sil, las terrazas de granito permiten cultivar a duras penas una fila irregular de cepas. Allí, la mencía ofrece una expresión única, rica, marcada por la frescura y la mineralidad. Así lo ha demostrado, entre otros, el dinámico viticultor, enólogo y empresario Telmo Rodríguez, que llegó a Valdeorras en los primeros años 90, seducido por el carácter de un territorio en el que el viñedo aún se cultivaba como en la Edad Media.

El potencial de estas viñas ancestrales queda demostrado, justamente, con los el último que ha presentado la Compañía Vinícola de Telmo Rodríguez en la D.O. Valdeorras: As Caborcas, elaborado a partir de dos parcelas de viñedo viejo donde conviven un cúmulo de variedades: mencía, merenzao, garnacha, godello... Un single vineyard al que pronto seguirá otro, igualmente singular: As Ermitas.

Valdeorras es también el origen de otro vino raro y exclusivo que da lustre al actual panorama de los tintos gallegos: A Costiña, con el que la bodega Alan del Val rinde culto a una uva poco conocida pero que poco a poco comienza a protagonizar vinos importantes, la brancellao.

Algueira Carballo GallegoAlgueira Carballo GallegoCon esta misma uva se elaboran en la pequeña D.O. Ribeira Sacra otros dos magníficos monovarietales, firmados por bodegas que están liderado el boom de los tintos gallegos: Dominio do Bibei y Adega Algueira. Esta última ofrece una gama de hasta ocho tintos: además del citado Brancellao, Merenzao, Fincas (de caiño y sousón), Madialeva (garnacha), Carravel, Pizarra, Mencía Joven y Carballo Galego (estos cuatro últimos, de mencía).

En cuanto al Dominio do Bibei, es uno de los principales actores en el redescubrimiento de los tintos gallegos. La joven bodega cuenta con la asesoría técnica de los enólogos Sara Pérez y René Barbier Jr., quienes han sabido sacar buen partido de las cepas de mencía que crecen en las vertiginosas terrazas que se asoman al río Sil para elaborar dos tintos llamados a hacer historia: Lalama y Lacima.

Con mayor discreción, pero también con incuestionable calidad, otras bodegas de la Ribeira Sacra que están elaborando tintos interesantes con la variedad mencía son Ronsel do Sil (Arpegio, Vel’Uveyra) y Albamar (Fusco).

¿Tradición o autenticidad?

En Ribeiro, otra D.O. más conocida por sus blancos, la nueva generación de viticultores ha dejado atrás la tradición de tintos modestos y generosamente ácidos para conjugar excelencia y autenticidad. Buen ejemplo de ello son A Torna dos Pasas Escolma (con brancellao, caiño y ferrón), del destacado colleitero Luis Anxo Rodríguez y Casal de Armán (sousón, caiño longo y brancellao).

Por fin, en Monterrei, la más pequeña de las D.O. gallegas, destaca Gargalo, la bodega del diseñador Roberto Verino, que elabora sus tintos con la variedad mencía, y Quita da Muradella, que sorprende con un monovarietal de bastardo, elaborado con la asesoría del inquieto enólogo Raúl Pérez.

Cada uno de los vinos aquí mencionados, con sus particularidades, tipicidad variedad y rasgos propios de la tierra, componen una nueva realidad para los tintos de Galicia, que definitivamente se han soltado la melena para seducir paladares y romper prejuicios.

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