Desde Francia con Amor: Belondrade y Lurton.
Enamorado de la uva verdejo, Didier Belondrade, un alto ejecutivo de Air France, voló a tierras vallisoletanas, compró viñedo y creó una bodega modélica en los años 90. Su Belondrade y Lurton es el gran vino de Rueda, la excelencia de la zona. Desde entonces, la verdejo se escribe con B, de Belondrade.
Didier y Jean Belondrade Hará unos 25 años que Didier probó un vino de Rueda en España, y tuvo una revelación, un verdadero flechazo. Él trabajaba en Air France y por su cargo y condición, ya era un gran connaisseur, disfrutaba con deleite de los vinos de su tierra., especialmente los grandes blancos de Borgoña, el Loira… Enseguida soñó con un gran vino blanco español elaborado exclusivamente con uva verdejo y se empeñó en hacerlo. Empezó por venir a la meseta castellana a conocer muy de cerca la zona. Alquiló una nave industrial en Nava del Rey –que no es precisamente un pueblo pintoresco. Nada que ver con esos hermosos y bucólicos paisajes franceses a los que estaba acostumbrado, detalle que incrementa el mérito de su proyecto. Adaptó la nave a rudimentaria bodega, comenzó comprando uva a viticultores de la zona y en el año 96 apareció su primer y flamante Belondrade y Lurton 94, que salió al mercado con un precio muy superior a los rueda que entonces había en el mercado, y con una crianza bastante más larga. Unas 900 pesetas -frente a la media de 150 pesetas de los vinos de la zona- y con más de un año de crianza.
Desde su nacimiento se distinguió claramente del resto y enseguida se rodeó de un halo especial. Llamó la atención de los prescriptores y sumilleres más importantes del país (Quim Vilas, Alfred Peris de El Bulli…). Casado entonces con Brigitte Lurton, apellido importante en la escena vinícola bordelesa, propietarios y elaboradores de grandes châteaux, Didier sabía muy bien lo que quería. Tras compatibilizar su trabajo en Air France con el vino y dado que su profesión no fue nunca la de enólogo ni ingeniero agrónomo, se rodeó de profesionales que se ocuparan del tema. Iba comprando viñedo e inició la construcción de una bodega en La Seca, rodeada de cepas que iba adquiriendo parcela a parcela. Al poco tiempo, se desvinculó definitivamente de su trabajo de alto directivo en Air France y se fue a vivir a Valladolid para dedicarse en cuerpo y alma al vino. Una verdadera historia de amor con la verdejo. ¡¡¡Un cambio radical!!! Con su enóloga y mano derecha, su conciencia –como él la llama- Marta Baquerizo, fue ampliando la bodega y las parcelas, recientemente añadió dos nuevas parcelas de viñedo a sus ya más de 30 hectáreas.
ARMONIA Y BUEN GUSTO
Quinta San Diego, así se llama el conjunto que hoy conforma el viñedo y las bodegas de elaboración crianza, es un canto a la armonía y al buen gusto, que se respira nada más poner un pie en la finca. Sin duda es el fruto de la personalidad de su propietario, apasionado tanto por la verdejo como por el arte moderno y por la música. Una bodega ejemplar, de cuidado diseño que expresa a la perfección la calidad y gran calado de sus Belondrade y Lurton y cuyo nombre es un homenaje a uno de sus hijos, Diego, que falleció a muy temprana edad. Sus otros tres hijos también están muy presentes, Jean completamente dedicado a la bodega y que sustituirá a su padre en un futuro. Apolonia, que da nombre al otro blanco que salió al mercado el año 2002: Quinta Apolonia, y Clarisa, un rosado muy particular que elabora con la única parcela de tempranillo que tiene la finca. Pensaba arrancar esta uva tinta pero decidieron elaborar un rosado con sus uvas que, ante el éxito obtenido, y sobre todo ante la insistencia de su hija Clarisa, decidió llamarle Quinta Clarisa. Es un rosado que pasa más o menos dos meses por las barricas usadas para el Quinta Apolonia con sus lías finas.
La bodega de crianza es espectacular en su belleza y concepción y representa una verdadera universidad de la barrica. El esmero y cuidado con el que en esta bodega se trata a la madera es de libro. Si bien los vinos son monovarietales de verdejo –Didier por muy francés que sea no quiere saber nada de la sauvignon blanc, tan usada en la zona últimamente (dice que es perfecta en el Loira, por ejemplo, pero no en esas tierras mesetarias)- son muy sofisticados y de compleja elaboración. Verdaderos assemblages. Unas 300 barricas alberga esta bella nave de crianza, con diferentes maderas y tipos de tostado en las que se introducen y fermentan las uvas de las 20 parcelas diferentes por separado. Encontramos barricas de tonelerías distintas, Vidard, Silvain, Dargaud Jaergle… La variedad es extraordinaria. Las barricas van haciendo su trabajo hasta que meses después se lleva a cabo una exhaustiva cata de todas y cada una de las barricas para conseguir 15 lotes, que hace una primera cata de todas ellas para conseguir 15 lotes que conformarán la mezcla perfecta para el Belondrade y Lurton. Las demás conformarán el Quinta Apolonia. Un trabajo y un ejercicio de cata realmente inconmensurable.
NO A LOS VINOS DE PARCELA
Tras la madera, un reposo en botella de un mínimo de seis meses para redondear unos vinos que siguen creciendo en botella en destino. Catar añadas antiguas, con muchos años en botella, si tienen ustedes ocasión de encontrarlas, es una experiencia casi religiosa. Admirable el grado de elegancia y complejidad que llegan a alcanzar estos vinos blancos, que están a la altura de los grandes vinos blancos franceses. La apuesta por hacer de Rueda una especia de Borgoña española, en lo que a su marca respecta, la ha conseguido con creces.
A pesar de la tentación que a veces le embarga de elaborar un vino de una sola parcela, habida cuenta de la calidad que encuentra en algunas de las parcelas y barricas, finalmente no sucumbe a ella. Dice y repite que él llegó a Rueda para hacer grandes vinos blancos de verdejo, bajo una misma marca y se mantiene en esta línea, muy meritoria por cierto. Sobre todo teniendo en cuenta las micro elaboraciones tan de moda hoy por hoy, con producciones muy pequeñas de diferentes parcelas. Si tenemos en cuenta que tras todo este largo y cuidado proceso de assemblage, han salido al mercado 108.000 botellas de Belondrade y Lurton 2015, de reciente aparición, y 55.000 de Quinta Apolonia, es fácil suponer la dificultad en la selección. No en vano antes de ponerse a la venta, ya están vendidas.
Didier, personalidad inquieta y perfeccionista, ha adquirido hace apenas dos años, junto con su gran amigo Gonzalo Cores, una espléndida parcela de 4 hectáreas de viñedo viejo en el Priorato pero de momento está pensando si sacará un vino tinto a la altura de los mejores de la zona, como manda su filosofía. Va a paso lento. No tiene ninguna prisa. De momento, el tinto puede esperar. El sigue soñando con Galicia para seguir dando en el blanco.