Comme Autrefois
Coherencia hasta sus últimas consecuencias
En el Valle de la Marne (Champagne, Francia), en 1982, una familia de productores de vino vivía con angustia la falta de respuestas desde la medicina tradicional a la enfermedad de su hijo. La ausencia de estas por la vía tradicional llevó a la familia de François Bedel a los métodos naturales, que sanaron a su hijo y provocaron todo un replanteamiento de la forma de vivir el día a día de este productor y, por tanto, de sus botellas.
Sus entonces siete hectáreas de viñedos empezaron su particular revolución, con la coherencia llevada hasta sus últimas consecuencias, para albergar esa identidad renovada del productor y de cómo empezó a entender los ritmos y las energías de la naturaleza. Entre 1996 y 1999, transformó paulatinamente todas las hectáreas para trabajar en biodinámica, permitiendo entrelazar las energías de la naturaleza, las lunas, y las energías entre el cielo y la tierra.
Es el respeto máximo hacia el entorno, la correlación con la naturaleza. Es entender que las energías del cielo afectan sobre la tierra y hacer que sus vides del Valle de la Marne, unas viñas viejas con una media de 50 años, ocho de cada diez de ellas Pinot Meunier, la más humilde de las tres uvas típicas de la región –pese a que también produce las otras dos-, en una demostración de cómo la adaptación a la naturaleza impulsa los mejores valores de una vid.
Esa comprensión de los procesos de la naturaleza ha hecho que François Bedel se convierta en un firme defensor de la oxidación como una revelación, no como una degeneración. Considera que sus vinos deben oxidarse para que se expresen en su plenitud, y por ello toda la vinificación se realiza en barricas de roble, evitando las de acero inoxidable, para permitir una oxidación controlada. El champagne permanece 11 años con las lías, todo un ejercicio de paciencia, espera y apuesta por el legado para alcanzar la plenitud de una botella que pueda expresar toda una identidad.
Comme autrefois (Como antes, en francés) mantiene la manera de sellar la botella de antaño, cuando en vez de fijar el corcho con una cápsula metálica se sellaba con una cuerda tersa y cera natural. En tiempos de tecnología punta y de innovaciones, formar parte de ese pequeño puñado de productores que mantienen las formas iniciadas en 1685 es otra forma de transgredir, de defender el símbolo de identidad de la región y de convertir el pasado en presente y futuro. Es un homenaje al pasado que se convierte en vanguardia.
Nariz madura, potencia y fuerza, para dar paso a una boca explosiva, de las que te hacen comprender que el talento de François está latente en sus botellas.
Descorchen y disfruten. ¡Salud!