150 Cántaros del Siglo XVII

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Existe documento notarial de la existencia de una viña y de una bodega, con 150 cántaros, propiedad de Juan Chivite Frías, en tierras de la Ribera navarra, en el año 1647. Sin duda, eran la primera piedra de lo que, pasados cuatro siglos y once generaciones, constituye el actual Grupo Chivite.

Resulta curioso comprobar cómo la historia de las bodegas Chivite comienza a escribirse con la importante intervención de 150 cántaros de vino. Ellas sirvieron de “aval”, en un documento notarial realizado un caluroso día de agosto de 1647, para conceder un préstamo de 100 ducados a Juan Chivite Frías y a su cuñada. Cómo ésta última era mujer, pues tal vez por eso no figure su nombre en esa parte del documento que conserva la bodega. Y que reza así: “... la bodega tienen hasta 150 cántaras de cubamientos y que alinta a la calle Real y Camino de la Carrera; la leña y una viña de treinta peonadas....”  Ello significaba suficiente poderío en el siglo XVII. Así que el señor Chivite y su cuñada ya apuntaban maneras en los territorios enológicos.

Las cántaras son vasijas ancestrales que antropomórficamente hablando tienen una simbología muy clara y muy femenina. Representa a la Gran Madre como receptáculo de vida. Y  bien cierto es que, de alguna manera, aquellas cántaras fueron el germen de lo que actualmente es un gran grupo español. Desde entonces, hasta bien entrado el siglo XX, toda la historia de esta dinastía navarra se encuentra en testamentarías de transmisión de bodegas y viñas. Es el caso de Juan Chivite Navascués (1678), Joseph Chivite Navascués (1709) y Juan Chivite Hernández (1779). 

Etiqueta antigua de una botella de los vinos de Chivite El apellido Chivite está muy arraigado a la población de Cintruénigo, en la Ribera navarra, al sur de la provincia, cercana a Tudela. Al parecer provienen de un pueblo de la Navarra Baja francesa, o Iparralde, Çivitz, que entonces formaba parte del Reino de Navarra cuya pronunciación españolizada terminó derivando en Chivite. 

Una figura clave, ya en plena mitad del siglo XIX, fue la de Claudio Chivite, que aprovechando la oportunidad que le brindaba la  terrible plaga del oídium en los viñedos franceses, anterior a la de la filoxera, que llegaría un poco más tarde, comenzó a vender mucho vino en el país vecino, que veía mermadas sus cosechas y crea una especie de eje Cintruénigo - Bayona – Burdeos, convirtiéndose en un verdadero exportador. Hay documentos de venta de vinos a Francia de 1860, y precisamente para conmemorar esta vocación exportadora, se creó la marca Chivite Colección 125, en 1985, marcando un verdadero hito en los vinos de calidad de la firma, y de Navarra. A Claudio le sucedió su hijo Félix, abuelo de la actual generación. Son generaciones largas, pues entre padres e hijos había una considerable distancia en el tiempo al matrimoniar y tener descendencia a edades  maduras. 

 

EL ABUELO FÉLIX

Figura clave fue la de Félix, que comenzó a construir una bodega de mayor enjundia entonces a las afueras del pueblo.  Por aquellos años, la familia vivía en un gran caserón que funcionaba como casa de Postas y bodega, conocido como El Parador,  y que por aquellos años era un lugar muy frecuentado por comerciantes y hombres de negocio de la época. Los vinos de la casa, de El Parador, aún sin marca, ya empezaban a ser conocidos y apreciados por los clientes. Eligió unos terrenos que habían albergado una especie de cantera de cascajos, por lo que contaba con una gran oquedad que contempló como lugar idóneo para albergar los grandes tinos de madera de manera subterránea. Corría el año 1872. Aquella bodega, que actualmente existe como bodega central, tras haber experimentado numerosas ampliaciones y modernizaciones a lo largo de los años, sigue llamándose La Cascajera.

Recuerda su nieto Julián, actual director de la bodega familiar, que no llegó a conocerle por las circunstancias a las que me he referido anteriormente, las grandes diferencias entre generaciones, que tenía seis galeras, unas carros de mulas que trasportaban vino en bocoyes y las había organizado de manera que siempre tenía tres de ida y tres de vuelta, para servir a sus numerosos clientes básicamente en Francia y en el norte de España. Cuenta cómo en el famoso puerto de Velate, en la carretera de Irún, su antepasado debía alquilar mulas de refuerzo puesto que aquella subida requería una mayor tracción animal.

A finales del siglo XIX, Félix Chivite ya constituyó una sociedad mercantil, una razón social con el nombre de Félix Chivite y en la Alhóndiga de Bilbao, la mayor plaza de transacciones de vino en la España de entonces, los vinos de Chivite se demandaban entre los corredores. Pero aún no tenían marca. Y así continuó el negocio hasta su muerte acaecida en 1928.  El negocio entonces cambió de razón social pasando a llamarse Vda. de Félix Chivite, y cuatro años después,  tras el fallecimiento de su viuda, la sociedad familiar pasa a llamarse Hijos de Félix Chivite.

Si bien se casaban tarde, lo cierto es que aquello no era óbice para tener hijos. Félix tuvo trece, nada menos.  Desde 1928 hasta 1948, los hermanos Félix y Julián Chivite Marco, dos de sus hijos, llevaron el negocio hasta que en 1948, Julián, el pequeño de los trece, educado en Pau y diplomado en la Escuela de Comercio de Burdeos, compra a su hermano Félix su parte y se queda como único propietario de la bodega. Barricas en la bodega Gran Feudo, perteneciente al Grupo Chivite

EL PADRE JULIAN

Julián Chivite Marco acomete grandes renovaciones del negocio y comienza a crear sus primeras marcas en 1956. Recuerda Julián que fueron dos, El Parador, en honor a la casa familiar en la que su padre nació y vivió, y él y sus hermanos también,  y otra llamada Cirbonero. Fueron de las primeras bodegas embotelladoras de Navarra. Años después, corriendo los 70 del siglo XX, la creación de la marca Castillo de Mélida, en sus tres tipos blanco, tinto y rosado, constituyó un gran éxito comercial llegando a venderse hasta siete millones de botellas.

Pocos años después, irrumpe en el mercado el famosísimo Gran Feudo, un rosado moderno y de calidad, fresco, afrutado y rompedor, que constituyó todo un antes y un después en la historia de este tipo de vino. Convirtiéndose su botella tipo Rhin, en un verdadero icono de la vanguardia enológica española de los años 80. Sus rompedoras campañas publicitarias marcaron una época. Personajes tan dispares y de tanto calado, cada uno en su faceta, como Juan Mari Arzak, Julia Caro Baroja, Jose María de Areilza, Mingote, Nuria Espert, Miguel de la Cuadra Salcedo, fueron imagen de este rosado que no paraba de ganar premios y reconocimientos.

La adquisición de una extraordinaria finca en el norte de Navarra, un bellísimo señorío en ruinas pero con unas tierras perfectas para el cultivo de la vida, fue la ilusión de la familia. Se acometió un proyecto de gran calado, con una restauración y conservación de los restos de las edificaciones antiguas  y la construcción de una bodega ejemplar, tanto en diseño como en equipamiento, que fue realizada nada menos por el estudio de Rafael Moneo, el gran arquitecto español, navarro y buen amigo de la familia. Se adquieren los terrenos en 1988 y casi quince años después se inauguraron. Una obra colosal con un resultado espectacular. Una de las bodegas y parajes más bonitos del país. Los vinos, sólo tintos premium, de marca Arínzano, se convierten en referentes de exclusividad y calidad al poco tiempo de su aparición.  Estos vinos consiguieron 5 años después, la calificación que existe en algunas autonomías españolas de Vino de Pago.

UNDÉCIMA GENERACIÓN

En 1998, más o menos 15 años después de la primera piedra de Arínzano, la familia Chivite cumple el sueño que siempre tuvo Julián Chivite Marco, ya fallecido hace varios años: adquirir una propiedad en la Rioja Alavesa, concretamente en Elciego, la bodega Viña Salceda. Propiedad de Arínzano. Conjunto histórico

Y un año después, adquieren la Finca Granja de Legardeta, limítrofe a Señorío de Arínzano. En estos últimos 35 años, la expansión de la familia Chivite, considerablemente mermada por la prematura muerte de dos de los hermanos, de los cuatro herederos directos de Julián Chivite Marco, ha sido imparable.

Actualmente y bajo la presidencia del hermano mayor, Julián se ha reorganizado en cuatro diferentes empresas y razones sociales. Por un lado, propiedad de Arínzano, que elabora los Vinos de Pago bajo la marca Arínzano.

Por otro, Viña Salceda, para los vinos y bodega de la Rioja Alavesa. Para la tercera empresa vinícola, la que está en Cintruénigo, en La Cascajera,  la heredera directa de los 150 cántaros del siglo XVII, y a modo de homenaje a su marca mítica, se ha  elegido la razón social de Bodegas Gran Feudo. El apellido familiar, se ha reservado exclusivamente para los vinos Chivite 125 Colección, y los nuevos Chivite Finca de Villatuerta, englobados bajo una nueva sociedad bautizada como J. Chivite Family Estates.

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